Cuando
uno crece y madura, dicen por ahí que gana experiencia y sabiduría. Eso puede
ser cierto. Lo que si puedo afirmar es que yo, con el pasar de los años, he
perdida la pena (vergüenza) de muchas cosas, y pude salir vestida cual payaso
sin dudarlo por un segundo. Y no era exactamente un show de circo lo que estaba
haciendo.
Los
ubico en la situación. Día Martes, 8 de la noche. Llego al gym (lugar que como
se darán cuenta frecuento mucho en la semana), y llego con mi bolso de ropa
para cambiarme apuradísima (como siempre lo estoy) para entrenar. Mi profesor
me está esperando hace 15 minutos, y no me gusta llegar tarde. Entonces
mientras me estoy cambiando, me doy cuenta que realmente en la mañana estaba
muy dormida cuando preparé el bolso. Tan dormida estaba que me confundí, y en
lugar de poner una calza (mallón,
como se dice en Mexico), puse una t-shirt de un material muy similar, que de
nada me serviría para reemplazar este faltante. Osea, tenía 2 tshirts, pero 0
chances que me sirvan para suplir lo que me había olvidado.
Puse
rápidamente mi hámster a trabajar. El ratoncito de mi cerebro se puso a correr
un sprint, para resolver la situación. Definitivamente no era opción válida,
salir y decirle al profesor de gimnasia que fui tan looser como para olvidarme
la ropa adecuada y no poder resolverlo.
Lo
interesante es que donde puse el ojo, puse la bala. Había un chingo de mujeres en el vestuario, pero
las caras no resultaban amigables. Digamos que no iba a pedir prestada ropa a
alguien que porta cara de amargada o de mal “atendida” por su macho. De
repente, se acercó a mi zona una chava,
y con mi cara de angelito le pregunté : ¿Acaso no tienes por casualidad algo
para prestarme, cualquier cosa, que sea para hacer gym, es que me olvidé mi pantalón?
Y junto con esa frase, una sonrisa de niña buena.
Úrsula
es ahora mi nueva amiga. Una jovencita de aprox. 26 años, morenita, con unos
varios kilitos de más, muy amablemente me ofreció un mallón, advirtiéndome que
tenía unos agujeritos pues se había descosido y ella no lo iba a usar. La
verdad que los agujeritos eran varios, y el tamaño del pantalón era 3 talles
más grandes que lo que regularmente uso, pero…era una solución rápida y
aceptable para poder continuar.
Así
que…le agradecí infinitamente a Úrsula su amabilidad, le dije que me salvó el
día y la titulé mi heroína Hard Candy. Coordinamos un horario para vernos de
regreso en el vestuario del gym, y salí…vestida de payaso a tomar mi clase de
gym.
Mi
cara lo decía todo…la risa no me la podía contener. Y le confesé a mi profe el
altercado. El problema fueron los agujeritos del pantalón, y que cada tanto,
debía subirme el ajuste de la cintura, pues se me caía.
A
las 9.30 nos encontramos con Úrsula. Y le devolví su prenda de ropa.
Lo
loco es que todo vuelve en esta vida…y hay que ser generoso siempre.
Cuando
salí de la ducha (regadera en
chilango), había una señora sentada en el banco cerca de mi locker. Me preguntó
por las duchas, pues nunca se había bañado allí, y estaba sudada. Con una
sonrisa, le respondí: “Están padres, si necesitas algo, yo te puedo prestar
shampoo y crema”. Su respuesta fue muy simple: “Eres muy chula! Gracias”. Así
que favor por favor, cuentas saldadas.
Arriverderci!
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