Me acabo de dar cuenta que nunca
escribí el blog sobre mi llegada a los 30. Esto fue hace mes y medio, y acá
estoy, inaugurando mi tercer década.
La edad es un tema particular. Eso de
que es una falta de respeto preguntar la edad, me parece lo mejor a enseñar a
los hombres. Mejor decirlo y que la gente se sorprenda…por el botox que
llevamos, no?
Los 30 es una metamorfosis física y
psicológica.
Ya decir 30 no suena igual, te miran
con cara de solterona si no tenes pareja, con cara de complicada pero
finalmente ubicable si estás por casarte, y con cara de estéril si estas casada
y no tenés hijos. Es como si esa fuera la medida estándar. Una cagada, pero así
es.
El cuerpo ya no es el mismo, la piel
se reseca, pierde elasticidad, aparecen arrugas, canas,…esto parece un
comercial o más bien una sentencia al suicidio….y el metabolismo sufre cambios.
Lo que comemos finalmente nos engorda. Este fue mi caso. Siempre fui de esas
flacas que todos odiaban cuando decía: “Como de todo y no engordo”. Bueno, la
maldición de todas esas envidiosas se me vino en contra.
Entonces me sometí a todo tipo de
camino para bajar de peso. Dietas, tratamientos, consejos, anti-consejos.
Llegué a poner una foto de referencia, a no comprar dulces en el supermercado y
hacerme fan de todo lo light y del cuenta-calorías. Esta etapa es literalmente
de sufrimiento. Pero lo peor llega después. Es el momento que el cansancio de
tu mente te juega en contra, y te incita a comer ese bendito pedazo de pastel
que tanto dijiste que no los primeros tiempos, y ahora te das el atracón de la
vida.
Entonces, luego de pensar y pensar,
te das cuenta que nada será como antes, mejor aceptarlo y encontrar el balance.
Luego de la etapa de la dieta
frustrada, me pasé a la etapa del salón de belleza. Ahí es donde las mujeres
nos sentimos queridas. Y ves fotos de estrellas de Hollywood y le dices a tu
peluquero que así te quieres ver, igualito a Giselle Bundchen. Bastante
respetuoso fue mi peluquero al no soltar una carcajada ahora que lo pienso.
Una vez pasada la fiebre del salón,
dado que mi cartera ya no podía costearla, decidí ser más espiritual, practicar
más yoga y bajar el estrés. Todo muy lindo, pero se me presentaron 2 problemas
grandes. El primero es la contradicción. Antes de llegar a la clase, mi
teléfono suena y maldigo al que me llama, quiero pasar al coche de adelante
porque estoy llegando tarde y toco bocina, llego toda loca y estresada. La otra
contradicción es algo que me pregunto una y otra vez. La profesora es mujer, y
SABE que no podemos poner la mente en blanco, incluso ella no puede hacerlo.
Que me deje de joder! Sabe que estamos pensando en la lista del super, en si
dejamos la luz prendida o que tenemos que llegar y pensar qué cocinar. Cortemos
con esta farsa!
Finalmente llegó el momento de
amigarme con mis 30. “Accept what is happening and relax”. Como lo hice? Me
acordé de una vez cuando llevé el coche al taller mecánico y le dije que mi
coche hacía muchos ruidos al andar. La respuesta del mecánico fue: Cómprese un
mejor estéreo!.
Entonces así cambié mi ojo masoquista
al espejo, y opté por no usar anteojos.
Arrivederci|